El peligro palpable a la democracia salvadoreña durante el mandato de Nayib Bukele

EL SALVADOR. – Desde el nueve de febrero quedamos advertidos: al presidente Nayib Bukele no le interesa mucho la soberanía e independencia de cada uno de los tres órganos del Estado. Si no es porque Dios mismo intercede- según explicó el presidente le habló directamente- bien se consumía por aquel entonces una especie de golpe de Estado.
No fue una conspiración bajo la mesa, como suelen gestarse estos eventos en nuestra golpeada región centroamericana. Fue un acto completamente orquestado y, en efecto, altamenteteatral. Muy poderoso. Hasta se aseguró de ir acompañado de un buen set de actores de fondo: una tropa de militares que lo acuerpaban en plena Asamblea Legislativa. Hecho sin precedentes en nuestra política.
Pero el tipo es cool, ¿verdad? Sabe apretar los botones que emocionan a la gente, a su gente. YO soy el bueno, YO hablo con dios, YO voy a protegerlos. ELLOS… bueno, ellos son todos asesinos y ladrones, así les dice a los cuatro vientos: medios de comunicación, Facebook, Instagram y su favorito, Twitter.
No somos tontos, se sabe bien que hay muchas manzanas podridas en esos curules. Es más, con toda probabilidad son la mayoría. No vamos a eso de defenderlos como individuos. Vamos al antagonismo exacerbado a los otros dos poderes: El Legislativo y el Judicial.
Sé muy bien que al entrar a estos términos la cosa se pone aburrida, qué pereza leer sobre cómo funciona el gobierno y la política. Pero su existencia y una buena relación entre los tres poderes es esencial para mantener una democracia saludable.
La democracia salvadoreña, en la actualidad, se encuentra en peligro. Está amenazada por un presidente que insiste una y otra vez en pisotear a la Asamblea Legislativa y en ridiculizarlos constantemente, por un presidente que desacata resoluciones de la Corte Suprema de Justica como si fueran tips del horóscopo en un paquín.
¿Qué nos quiere decir esto? Que Bukele solo se podría sentir pleno como presidente del país con el control absoluto. Las funciones que ejercen por ley, porque así está en la Constitución, los otros órganos del Estado, son para garantizar que ningún individuo que llegue al poder haga y deshaga lo que quiera. Su deber, aunque mucho le incomode a Bukele, es el de proteger a la ciudadanía y sus derechos más fundamentales.
Hasta que los 3 poderes no estén laborando en sintonía por el pueblo, no se puede hablar de que tenemos un buen presidente. Mejor que los dinosaurios del pasado, sí, eso está claro. Pero, ¿por qué no aprovechar la coyuntura y el alto grado de aprobación que tiene para demostrar -con el ejemplo- que sí podemos tener un buen gobierno por una vez en la vida? Con perder un poquito de protagonismo no le va a pasar nada. Le prometo, señor presidente, que hasta mejor se verá en la próxima selfie.